As I drive through the open expansions and vast wilderness of quiet and bare Arizona State Route 92 between Bisbee and Sierra Vista, Jack Kerouac’s On the Road comes to mind. Published for the first time in 1957, On the Road is the classic novel about the Beat Generation of the 1950’s that hands over an extended peek into the lives of a group of cheerful misfits and their ill-fated encounters with women, liquor, drugs, destitution, and music as they hitchhike and weave their way in and out of Los Angeles, New York, San Francisco, and many other major cities through the heart of the United States and Mexico.

I can’t be pleased about the themes of enthusiastic desire to travel and living la vida loca through Kerouac’s take on contents of white superiority, homophobia, taking advantage of other people, an arrogant sense of entitlement, and a dreadful representation of women. Yes, these are signs of the 50’s but it is still distressing to see that these “dreamers”, heroes to many, sanctioned such backwards views and attitudes.

Nevertheless, the poorly and incoherently written book reveals an unescapable sense of glory and freedom linked to the road after following these guys on their crazy adventures. The road is a lot like the main character Dean Moriarty, vibrant and restless, it absorbs us, and we get addicted and obsessed with it and can’t let go. We want to keep going and going, always waiting for that element of surprise that will appear after the next turn: an old, rusty car? an abandoned building? a motorcycle suspiciously hidden among the bushes? a shady character?

Ultimately, the characters encompass that which is important in life: true self, freedom, and spontaneous desire. For them, life is like a road: it is momentary and transient, yet it feels eternal. Life is ephemeral: it just happens and, just like the road, before you know it it’s gone forever.

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Mientras conduzco a través de los espacios abiertos y la vasta naturaleza salvaje de la tranquila y desnuda Ruta Estatal 92 de Arizona entre Bisbee y Sierra Vista, me viene a la mente la novela de Jack Kerouac. Publicada por primera vez en 1957, On the Road es la novela clásica acerca de la Generación Beat de la década de 1950 que ofrece una vista detallada de la vida de un grupo de alegres inadaptados y sus desafortunados encuentros con mujeres, licor, drogas, indigencia, y música mientras hacen autostop y se abren camino entrando y saliendo de Los Ángeles, Nueva York, San Francisco, y muchas otras ciudades importantes del corazón de los Estados Unidos y México.

No puedo estar de acuerdo con los temas del deseo entusiasta de viajar y vivir la vida loca a través de la visión de Kerouac de contenidos de superioridad blanca, homofobia, aprovechamiento de otras personas, un arrogante sentido de la prerrogativa, y una terrible representación de las mujeres. Sí, son signos de los años 50, pero todavía es lamentable ver que estos “soñadores”, héroes para muchos, aprobaban puntos de vista y actitudes tan retrógrados.

Sin embargo, este libro mal escrito e incoherente revela una sensación de gloria y libertad ineludible ligada a la carretera después de seguir a estos tipos en sus locas aventuras. El camino se parece mucho al personaje principal Dean Moriarty, vibrante e inquieto, nos absorbe y nos vuelves adictos y obsesionados con él y no podemos dejarlo ir. Queremos seguir y seguir, siempre esperando ese elemento sorpresa que aparecerá después de la próxima curva: ¿un coche viejo y oxidado? ¿Un edificio abandonado? ¿Una motocicleta sospechosamente escondida entre los arbustos? ¿Un personaje sombrío?

En última instancia, los personajes representan lo que es importante en la vida: el verdadero yo, la libertad, y el deseo espontáneo. Para ellos, la vida es como un camino: es momentánea y pasajera, pero se siente eterna. La vida es efímera. Simplemente sucede y, antes de darnos cuenta, como la carretera, se ha ido para siempre.