Research shows that mentally invigorating activities heighten brain power and help preserve our brains sharp as we age, forging new neural pathways in the process. Facing another birthday and having been cordoned off for the past 10 months, I decided to take a solo road trip to Bisbee, an old mining town of 6,000 or so inhabitants located in southeastern Arizona, United States. I was very pleased to find a welcoming town, somewhat surreal, filled with historic architecture and creative and culturally rich people. With the same purpose I decided to challenge myself with a different approach to my traditional cultural anthropology photography, this time using different subjects and filters to better capture the feeling of the town as I strolled through its winding, narrow streets and alleys.

Not as easy was to relate the whole experience to any widely recognized cultural anthropology theory. Some ideas that popped up were the acceptance of the artist as an ethnographer, the fact that the photographer is perceived by the informants as “the other” hiding behind a camera, the photographer’s urge to experiment with alternate ways of doing research, the possibility that art can be considered a legitimate representation of other cultures, and whether a visual image accurately mirrors an action, person, or situation. A further obstacle was the fact that there were hardly any people on the streets and most businesses were temporarily closed due to the pandemic, making it challenging to immerse myself in the inhabitant’s lifestyle in order to understand their perspective in detail and depth.

Before I left on my journey, I felt bored stiff, unhappy, and basically trapped. This self-discovery trip allowed a mental recharge of my cultural anthropology ideas and my photography skills, as well as a sense of accomplishment that made me feel more alive. Let’s not allow a fear of disappointment or the delusion that we are too “old” prevent us from attempting something novel, whether it is an adventure, hobby, endeavor, or skill. And if we are not ready to dedicate all our time to at last learning Spanish or taking ice hockey lessons, let’s try starting small. We are never too old to learn something new.

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Las investigaciones muestran que las actividades mentales vigorizantes aumentan el poder del cerebro y ayudan a mantenerlo en forma a medida que envejecemos, forjando nuevas conexiones neurológicas en el proceso. De cara a otro cumpleaños y después de haber estado acordonada durante los últimos 10 meses, decidí hacer un viaje por carretera en solitario a Bisbee, un viejo pueblo minero de aproximadamente 6,000 habitantes ubicada en el sureste de Arizona, Estados Unidos. Me complació mucho encontrar una ciudad acogedora, algo surrealista, llena de arquitectura histórica y gente creativa y culturalmente rica.  Con el mismo propósito, decidí desafiarme a mí misma con un enfoque diferente a mi fotografía tradicional de antropología cultural, esta vez usando diferentes sujetos y filtros para capturar mejor la particularidad de la ciudad mientras paseaba por sus callejuelas y callejones sinuosos y estrechos.

No fue tan fácil relacionar toda la experiencia con ninguna teoría antropológica cultural ampliamente reconocida. Algunas ideas que surgieron fueron la aceptación del fotógrafo como etnógrafo, el hecho de que el fotógrafo es percibido por los informantes como “el otro” escondido detrás de una cámara, la necesidad del fotógrafo de experimentar con formas alternativas de hacer investigación, la posibilidad de que el arte pueda ser considerado una representación legítima de otras culturas, y si una imagen visual refleja con precisión una acción, persona o situación. Un obstáculo más fue el hecho de que casi no había gente en las calles y la mayoría de los negocios estaban cerrados temporalmente debido a la pandemia, lo que dificultaba sumergirme en el estilo de vida del habitante para comprender su perspectiva en detalle y profundidad.

Antes de partir en mi viaje, me sentía aburrida, infeliz y básicamente atrapada. Este viaje de auto-descubrimiento permitió una recarga mental de mis ideas de antropología cultural y mis habilidades fotográficas, así como una sensación de logro que me hizo sentir más viva. No permitamos que el miedo a la decepción o la ilusión de que somos demasiado “mayores” nos impida intentar algo nuevo, ya sea una aventura, un pasatiempo, un esfuerzo o una habilidad. Y si no estamos listos para dedicar todo nuestro tiempo a por fin aprender inglés o a tomar lecciones de hockey sobre hielo, intentemos comenzar poco a poco. Nunca somos demasiado viejos para aprender algo nuevo.